Origen
La Cruz de Caravaca se inserta dentro de las llamadas cruces orientales,
y su fisonomía tiene una clara conexión con el Lignum Crucis
Patriarcal de la Iglesia ortodoxa, ubicada en la Cripta del Santo Sepulcro
de Jerusalén. Tras el probable hallazgo del madero donde murió
Cristo, que La Leyenda Dorada del franciscano La Vorágine (siglo
XIII) atribuye a Santa Elena -madre del emperador romano Constantino (siglo
IV)-, se fueron configurando relicarios que llevaban dentro trocitos del
madero santo. Estos relicarios eran portados, inicialmente, por los Patriarcas
de la Iglesia oriental. La tradición habla que la cruz que apareció
en Caravaca el año 1231 fue la que usaba como pectoral el Patriarca
Roberto, primer obispo de Jerusalén al comienzo del siglo XII,
fecha en que la ciudad fue conquistada a los musulmanes en la Primera
Cruzada. Las hipótesis sobre el supuesto origen templario de la
Vera Cruz no están claramente probadas.
Características
La Cruz de Caravaca es un Lignum crucis, es decir, un trozo de madera
perteneciente a la cruz donde murió Cristo. Este pequeño
trozo del madero santo se encierra en un estuche-relicario de metal que
consta de un larguero vertical de 17 cm. y dos traversas: la traversa
superior mide 7 cm. y la inferior tiene 10 cm. La estética del
relicario viene marcada por la llamada "divina proporción",
en la que la suma de las partes más pequeñas de un cuerpo,
dan lugar a la medida de la parte más grande; este canon ha sido
utilizado en la historia del arte religioso por numerosos artistas y creadores
como Miguel Angel, Leonardo da Vinci, etc. Todos los extremos del relicario
acaban rematados en lóbulos, lo que le otorga una forma característica
que lo asemeja a otros relicarios que albergan lignum crucis (santa cruz
de Scheyern, en Alemania; Cruz patriarcal de la catedral de Astorga; Lignum
crucis del monasterio de Carrizo, en León, etc). En el interior
se puede ver el leño santo a través de un cristal. La parte
frontal y exterior del relicario lleva engarzadas varias líneas
de piedras preciosas de no excesivo valor.
La Cruz de Caravaca tiene concedido por la Iglesia Católica el
culto de latría, por lo que se le dispensa la misma importancia
que a otras reliquias relacionadas directamente con la pasión y
muerte de Jesucristo, como el Santísimo Sacramento.
La Cruz de Caravaca está muy presente en toda Sudamérica
y algunos sitios de Asia, debido a la labor misionera que llevaron a cabo
en el pasado franciscanos y jesuitas, principalmente. A lo largo de la
historia ha desaparecido misteriosamente en varias ocasiones, y luego
ha vuelto a aparecer. Es costumbre tener colgada una Cruz de Caravaca,
de cobre, en la entrada de la casa, para recibir su bendición y
su protección, una vez que esa cruz de cobre haya sido "tocada"
por la Vera Cruz que mora en el santuario. En los siglos XVII y XVIII
floreció en Caravaca el gremio de "vacieros", y también
el de plateros, estableciéndose una importante industria alrededor
de las reproducciones de la Vera Cruz. Fuera de Caravaca, prueba la importancia
de las reproducciones de la Cruz su presencia en el escudo de las Reales
Fabricas de Riopar, dedicadas a las reproducciones en cobre, entre las
que destacaba la reproducción de la Vera Cruz en los siglos XVIII
y XIX.
Tradición de la Aparición de la Cruz
La fecha de la aparición señalada por la tradición
es el día 3 de Mayo del año 1231. Gobernaba Caravaca el
sayid almohade Ceyt-Abuceyt, quien, tras una rebelión popular,
perdió el trono del reino de Valencia, retirándose a sus
posesiones residuales sitas en Caravaca. Se cuenta que entre los prisioneros
cristianos se encontraba el sacerdote de Cuenca, Ginés Pérez
Chirinos. Ceyt-Abuceyt interrogó a los cautivos sobre cuáles
eran sus ocupaciones, con el fin de rentabilizarlos en provecho propio,
y al llegar al presbítero éste contestó que era sacerdote
de Dios, y que, aparte de ganar almas para el Cielo, su principal ocupación
era la celebración diaria de la Eucaristía en el sacrificio
de la misa. La supersticiosa curiosidad del reyezuelo moro ante la explicación
de la transubstanciación del pan y el vino en cuerpo y sangre de
Cristo, provocó que Ceyt-Abuceyt mandara preparar todo lo necesario
para que Ginés Perez Chirinos celebrara aquel ritual en su presencia.
Traído desde Cuenca todo lo necesario para el acto, comenzó
la celebración litúrgica en el salón principal del
alcázar. Al poco el celebrante se detuvo y manifestó al
rey la imposibilidad de proseguir con el acto, ya que se percató
de que en el altar no había ningún crucifijo. Fue en ese
preciso momento cuando aparecieron sobre el altar dos ángeles que
portaban una cruz de doble brazo que allí depositaron. Tras este
hecho milagroso Ceyt-Abuceyt se convirtió al cristianismo, bautizándose
y adoptando el nombre de Vicente Bellvis, e igualmente lo hicieron los
miembros de su corte. Después de su conversión, el que fue
sayid se puso a las órdenes del rey Jaime I, colaborando con él
en la reconquista de Valencia, por lo que se le concedió el señorío
de Villahermosa.
A partir de ese momento se comenzó a venerar en Caravaca, y en
toda la comarca, la sagrada reliquia, difundiéndose con gran rapidez
por todo el reino de Murcia y más allá de sus límites,
atrayendo a numerosos peregrinos. Pocos años después de
la milagrosa aparición ya constaba la Cruz de Caravaca en el escudo
local del Concejo, allá por el año 1285, lo que otorga veracidad
a la tradición histórica. Ya al comienzo del segundo tercio
del siglo XIII, Fray Juan Gil Egidio de Zamora escribía sobre la
aparición de la Cruz y otros hechos extraordinarios, según
el licenciado Quintín Bas y Martínez (1885).
Lo que se sabe poco
Caravaca quedó conmocionada la mañana del 13 de febrero
de 1934, cuando la gente pregonaba, desesperada, que la Cruz había
sido robada y no estaba en su santuario. Efectivamente, la pasada noche
había sido sustraída la sagrada reliquia por personas desconocidas
que perforaron la puerta de San Lázaro y accedieron al lugar donde
se custodiaba, llevándosela. Después no se ha sabido nada
de ella. El pueblo, encolerizado, achacó negligencia al capellán
del santuario, que fue arrastrado sin piedad hasta la plaza del Ayuntamiento.
Don Dimas -así se llamaba el presbítero- fue trasladado
a una parroquia de Águilas.
Un cúmulo de misterios, amenazas, e incluso asesinatos, rodearon
la investigación de los distintos jueces que llevaron el caso del
robo, y todo esto cuando se palpaba en el ambiente una responsabilidad
directa de seguidores de la Masonería, cuestión que no se
probó judicialmente.
Tras la guerra civil española, en la década de los años
40, la Santa Sede apostólica de Roma donó a la ciudad de
Caravaca un pequeño trozo de astilla perteneciente a la que fue
la cruz en que colgaron al Salvador, desagraviando así tan desmedida
pérdida. La Cruz que se adora actualmente en el santuario es esta
de la que hablamos, que se depositó en el estuche-relicario que
hoy se puede contemplar, hecho a imitación del original anterior.
|